| Abstract: | "La biotecnología agropecuaria ha demostrado tener amplio potencial para 
ayudar a mejorar la eficiencia de la agricultura, el crecimiento económico y 
las políticas dirigidas a combatir a la pobreza, tanto en América Latina como 
en el resto del mundo. La amplia y creciente difusión de biotecnologías que 
aplican métodos de transformación genética en América Latina y en el mundo, es 
una muestra visible de su potencial. Sin embargo, esta tecnología representa 
un cambio en el paradigma del proceso de innovación y transferencia del 
conocimiento lo cual puede tener consecuencias importantes para la región. En 
la bio-economía, campo donde se juntan la innovación biológica y el 
conocimiento, la biotecnología tendrá un papel preponderante, pero también 
planteará nuevos retos y desafíos a las organizaciones y sistemas de 
investigación y desarrollo, al igual que a las de transferencia de tecnologías 
y conocimientos. En este informe, se presentan los datos y el análisis de una 
encuesta realizada en 18 países latinoamericanos. Los resultados cuantitativos 
de estas encuestas, que fueron suplementados con toda la información 
secundaria disponible y el análisis de los expertos regionales y nacionales en 
la materia que componen el equipo de trabajo, hacen de este documento una 
valiosa herramienta para evaluar la capacidad de innovación biotecnológica en 
América Latina. Un segundo documento incluirá una discusión más detallada de 
las políticas y alternativas de acción, y las pondrá a la disposición de los 
países de la región. Los resultados de este estudio muestran que a pesar de 
que las biotecnologías han tenido una amplia difusión en América Latina (en el 
2008, se sembraron cultivos genéticamente mejorados en más de 40 millones de 
hectáreas en la región), la mayoría de las aplicaciones biotecnológicas en los 
sistemas de innovación público y privado son de tipo convencional. Estos 
resultados no implican necesariamente que las tecnologías convencionales 
tengan el potencial de contribuir al valor agregado de las cadenas 
agroalimentarias ni que los productores tengan la capacidad de usar estas 
tecnologías. Lo que estos resultados sí muestran es una diferencia muy marcada 
en la capacidad de innovación de los distintos países y regiones del 
continente. Los países con un historial notable de hacer inversiones en 
recursos humanos y financieros, en la innovación y en el cambio tecnológico, 
como Brasil, México y Argentina, tienen una gran capacidad en términos del 
número de tecnologías que dominan, tanto modernas como convencionales. Los 
países con una capacidad de innovación intermedia, como Colombia, Chile, Costa 
Rica, Perú y Uruguay, tienen un potencial muy respetable para utilizar 
tecnologías tanto convencionales como modernas. En cambio, el resto de los 
países centroamericanos, junto con Bolivia, Ecuador, Paraguay y la República 
Dominicana, tienen una capacidad de innovación biotecnológica convencional muy 
pobre y, en el caso de la innovación biotecnológica moderna, casi nula. Cabe 
señalar que en muchos casos, la capacidad existente en estos últimos países 
consiste en individuos y equipos de trabajos muy pequeños o aislados, lo cual 
refleja la falta de programas gubernamentales de apoyo a la agricultura. Las 
instituciones en América Latina que trabajan en la innovación biotecnológica 
cubren una amplia gama de cultivos y limitantes de la productividad. Por un 
lado, esto refleja la gran diversidad de recursos genéticos que existe en la 
región y el notable esfuerzo que invierten los sistemas de investigación en 
atender aquellos cultivos y atributos productivos que son de importancia 
estratégica para la región. Por otro lado, la expansión a un portafolio de 
innovación más amplio sin un incremento significativo en los recursos humanos 
y financieros, en muchos países ha diluido notablemente la capacidad del 
sistema de innovación biotecnológica. Cabe resaltar que los países han 
destinado muy pocos recursos a los cultivos genéticamente mejorados, 
especialmente los difundidos comercialmente en la región, quizá debido a que 
han decidido concentrar sus esfuerzos en aquellos productos de carácter 
público que no entran en competencia directa con el sector privado. El volumen 
de recursos humanos y financieros destinados a una actividad de innovación es 
un indicador indirecto del interés de la región en la misma, que también nos 
da una idea de la capacidad de innovación del país o región. Según este 
indicador, existen países con un sistema de investigación e innovación 
bastante avanzado, como Brasil, México y Argentina, que destinan cantidades 
relativamente significativas de recursos humanos y financieros a la 
investigación en general y a la biotecnología en particular. Hay dos países 
que sobresalen por tener niveles e intensidades de inversión bastantes 
elevados, considerando su economía y el tamaño del mercado potencial: Uruguay 
y Costa Rica. Esto se debe a políticas específicas de sus gobiernos, que 
consideran la ciencia y tecnología, y la agricultura, como componentes 
esenciales del desarrollo. Dicha situación contrasta con los bajos niveles de 
inversión en biotecnología agropecuaria y en los procesos de innovación en 
general, en el resto de América Central, Bolivia, Paraguay y la República 
Dominicana. Estos niveles bajos de inversión podrían ser consecuencia del 
contexto político, institucional y social en estos países, ya que algunos de 
ellos se han opuesto al uso e introducción de organismos genéticamente 
mejorados y de la tecnología en general. Aunque la superficie sembrada con 
cultivos genéticamente mejorados ha ido incrementando a un paso acelerado, 
esta expansión se ha dado en cuatro cultivos (soja, maíz, algodón y canola) 
que tienen dos atributos (resistencia a herbicidas y a insectos) en ocho 
países (Brasil, Argentina, México, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Honduras y 
Colombia). Todos los cultivos diseminados comercialmente fueron desarrollados 
por empresas multinacionales privadas. Hasta el momento, ningún sistema 
nacional de innovación en América Latina, ya sea público o privado, ha 
transferido comercialmente una tecnología desarrollada por el sistema mismo; 
más bien, se limitan a adaptar y transferir características agronómicas 
deseables a variedades y especies nacionales utilizando medios convencionales. 
Esto no significa que no haya tecnologías suficientemente desarrolladas para 
ser lanzadas al mercado, lo cual ha sido documentado en la literatura. Es más 
bien un llamado de atención para examinar las causas que pudiesen explicar 
este fenómeno, incluyendo la capacidad de evaluar la bioseguridad y la 
inocuidad de los alimentos, la complejidad de los procesos regulatorios y el 
elevado costo de la evaluación de bioseguridad ––y, particularmente, de la 
inocuidad–– en cada país. Aunamos a estos agentes causales, la poca capacidad 
para negociar y solucionar problemas relacionados con la propiedad intelectual 
o con los instrumentos de protección intelectual; establecer alianzas 
estratégicas; transferir tecnologías; y mantener el valor agregado en la 
cadena agroalimentaria (product stewardship). Para evaluar la bioseguridad y 
la inocuidad de los alimentos, es necesario contar con una masa crítica mínima 
de capacidad científica, potenciada por inversiones en recursos humanos, 
tecnológicos y financieros. Esta masa crítica no existe en muchos de los 
países analizados y, aun en aquellos que sí la tienen, las presiones sociales 
y políticas han entorpecido la diseminación de tecnologías aprobadas por los 
organismos regulatorios. La poca capacidad, aunada a la incertidumbre respecto 
al proceso regulatorio, afecta negativamente las instituciones nacionales de 
investigación tanto públicas como privadas, que en muchos casos disponen de 
escasos recursos. Esta debilidad necesita ser atendida por las políticas a 
nivel nacional o regional. Las limitaciones del proceso de bioseguridad pueden 
llegar a anular las ganancias logradas con el manejo de la propiedad 
intelectual y el establecimiento de alianzas estratégicas. En cuanto a la 
propiedad intelectual, Brasil, Argentina y México cuentan con instrumentos y 
capacidad de negociación a un nivel razonable. Sin embargo, la mayoría de los 
instrumentos de protección en estos tres países fueron elaborados por 
no-residentes. La biotecnología tiene un potencial real de contribuir a 
solucionar problemas específicos de la agricultura latinoamericana que no han 
sido resueltos por métodos convencionales. Al mismo tiempo, tiene la capacidad 
de enfocarse en problemas específicos, cuya solución contribuirá al 
crecimiento económico y, por ende, a combatir la pobreza. Pese a los marcados 
contrastes en la capacidad de innovación biotecnológica y científica en 
general, existe actualmente mucha capacidad innovadora que necesitará ser 
canalizada, a medida que la agricultura retome el papel protagónico en el 
proceso de desarrollo. La agricultura para el desarrollo sólo será posible si 
se fomenta la innovación y la transferencia de tecnologías útiles a los 
productores, pero esto no es suficiente; es necesario, además, resolver los 
factores que limitan la capacidad para evaluar la bioseguridad y la inocuidad, 
la propiedad intelectual, y la integración de las mismas en las cadenas de 
valor agroalimentarias en un marco de transparencia que respete los principios 
de equidad y sostenibilidad. El formular e implementar políticas razonables, 
que al público le inspiren confianza, y que logren la inserción de 
biotecnologías adecuadas y sostenibles, será el mayor reto que enfrentarán los 
países latinoamericanos. Esta aseveración es más importante aun en el caso 
particular de tecnologías controvertidas como los cultivos genéticamente 
mejorados." from authors' abstract |